Yoga mental
Es un sistema que tiene como objetivo aprender y/o perfeccionar la práctica de la meditación a través de un trabajo exhaustivo que engloba numerosas técnicas, tanto en el plano físico como en el mental, pasando por el energético.
Éstas consisten en trabajar el cuerpo con ejercicios dinámicos y estáticos para soltar, aflojar tensiones y prepararnos para una postura de meditación confortable (que no tiene que ser la postura sentada en el suelo, ni mucho menos la del loto), ejercicios respiratorios y pranayama, en los cuales se profundiza y amplia su número respecto a los estudiados en Yoga físico. Así mismo, se incluyen diversos ejercicios de atención-concentración-interiorización, que nos hacen desembocar de forma natural en el estado meditativo.
La meditación en sí misma es el eje básico del programa en Yoga mental. Sus técnicas están basadas esencialmente en la observación atenta, casi escrupulosa, de los fenómenos relacionados directamente con lo experimentado en cada momento a lo largo de toda la práctica de meditación. Ya sea en lo relativo al cuerpo, lo que suceda a nivel respiratorio, lo que acontezca a nivel de procesos mentales, emociones, etc. Esta observación se desarrolla sobre dos pilares fundamentales: la atención y la aceptación.
El meditador ha de adoptar la condición de un espectador pasivo, que simplemente observa y permite, sin efectuar ningún tipo de análisis intelectual, los diferentes eventos sugeridos por el instructor en los niveles arriba indicados. Pero ojo que no es esta una actitud de pasotismo apático o perezoso, sino que es la de querer indagar y profundizar en la realidad de las cosas tal y como son en el presente.
Para ello no habrá de mostrar aversión ni simpatía, aunque tampoco indiferencia. Por el contrario, total aceptación. Con esta intención de conocer la esencia de las cosas lejos de prejuicios y condicionamientos culturales, ideológicos, sociales, familiares, etc., podremos confrontarnos con una determinada problemática desde un posicionamiento real y neutral que nos revele sus auténticas raíces y circunstancias.
La meditación es, finalmente, más que una práctica, una forma de vivir las experiencias del acontecer cotidiano desde una visión profundamente consciente, lúcida, abierta y de plena libertad.